domingo, 26 de septiembre de 2021

Lake - Tiempo muerto

Night in the Woods, Three Fourths Home, Firewatch, Eliza... En algún momento de los últimos años ha surgido una tendencia en el panorama independiente como resultado de lo que yo entiendo es un cambio en la sociedad, que viene a reflejar (al menos en Occidente, entre los considerados millennials e incluso X tardíos) una brecha generacional profunda entre los adultos jóvenes de ahora y sus (nuestros) mayores. Estos videojuegos que cito y a los que seguro pueden sumarse otros que no recuerdo o no he jugado tienen en común el abordar una etapa de transición vital. Centrados en períodos de pausa (del trabajo, los estudios o una relación), nos sitúan en tiempos muertos de la vida de sus protagonistas y cuentan historias de jóvenes perdidos en busca de un camino que guíe su futuro. Mae de Night in the Woods y Kelly de Three Fourths Home vuelven a casa de sus padres tras una etapa universitaria fallida, deprimidas e inseguras de cómo encauzar sus vidas a continuación; Henry de Firewatch adquiere un trabajo de guardabosques como escapatoria a su situación conyugal, que tarde o temprano deberá afrontar; Evelyn de Eliza deja su trabajo y empieza otro como entretiempo mientras decide hacia dónde orientar su futuro. Y a ellos se une ahora Lake, quizá el título que más directamente aborde el tema de la transición.

Lake da comienzo con el primer día de vacaciones de Meredith, desarrolladora de un software diseñado para ayudar a organizar tu vida, que decide volver a su pueblo natal 22 años después. Una vez allí, en sus botas, ocuparemos un empleo temporal como repartidores del servicio postal. El juego se desarrolla durante nuestras dos semanas de estancia, con las rutinas laborales pertinentes, y termina dándonos a elegir cómo continuar nuestra vida.

La cosa va así: día a día, entre entrega y entrega, vamos tomando contacto con la gente del lugar, viejos conocidos y caras nuevas por igual, y charlando con ellos se nos presentan oportunidades de acercamiento. Tal vez nos pidan un favor o nos inviten a alguna parte, y de nosotros dependerá (hablándoles con mayor o menor amabilidad, interesándonos o no por sus asuntos, aceptando o rechazando sus invitaciones y favores) el estrechar lazos y descubrir qué ha sido de sus vidas. Nuestra mejor amiga de la adolescencia, por ejemplo, rehizo su vida en el pueblo después de fracasar en sus estudios y tuvo que salir adelante tras el fallecimiento de un familiar trabajando en su establecimiento. También está Lori, una adolescente cansada de estar sola en el pueblo que se debate entre permanecer en el taller de su padre o independizarse para poder viajar fuera y entrar en contacto con más gente. O Robert, un leñador solitario incapaz de superar la ruptura con su expareja que se mudó al pueblo para huir de viejos recuerdos. En mitad de la rutina, del repetitivo día a día, la realidad de los vaivenes de la vida reflejada a través de aquellos a quienes conocemos. Cambios, unos bruscos y otros imperceptibles hasta pasados largos años. Y como telón de fondo el lago. Siempre ahí, impasible, inmutable, como contraste al flujo de la vida humana, que a veces puede resultarnos repetitiva o estancada pero que a su lado evidencia su efimeridad y permanente estado de cambio. El regreso a Providence Oaks es a la vez un retorno al pasado y una constatación de que este ya no existe (y de que la vida no se para con nosotros). Porque el entorno, nuestro alrededor, es prácticamente el mismo, pareciera que todo sigue igual, pero es al mirar atrás cuando nos percatamos del tiempo transcurrido. Sí, el tiempo y vuela, se nos escapa sin que nos demos cuenta. El lago es el mismo ahora que cuando te emborrachaste de adolescente y vomitaste frente a él, quien no es la misma persona eres tú. Cierras los ojos, los abres y no ha cambiado nada. Salvo tú.

A pesar de estas palabras y de mi fuerte apego a la propuesta, no creo que Lake sea un videojuego particularmente conseguido. El planteamiento se antoja redondo, pero ejecuta mediante situaciones y diálogos superficiales. Esperé y esperé a que el juego fuese más allá del chit-chat y el small talk, imploré por intimidad y conexión, pero nada apareció. Todo estaba ahí: las personas, sus intereses y pasados, las desgracias y esperanzas. Y, sin embargo, nada eclosiona, nada resuena. Nuestras interacciones con los demás se quedan en intercambios coloquiales, lo que tal vez sume en realismo pero definitivamente resta en interés, y las pocas veces que se dan conversaciones personales se pasa por encima de los acontecimientos. Si no se ahonda, si la vulnerabilidad brilla por su ausencia, ¿cómo voy a involucrarme emocionalmente?

Durante la noche del último día de vacaciones, nuestra mejor amiga interpreta una canción en directo, un tema compuesto por ella misma tras su reciente decisión de retomar la música, su aparcada gran pasión. Es el clímax del relato, potenciado por el más emotivo de todas las artes. Pero el pretendido éxtasis emocional no provoca nada, y ahí es cuando uno se percata ya del todo, sin medias tintas, de lo que ha echado en falta durante las pasadas horas. No es que Lake haga algo mal, sino que, sencillamente, no llega a. El título fracasa a la hora de involucrarnos emocionalmente con el pueblo, con su gente, lo que hace que la decisión final hacia la que nos conduce el juego no tenga apenas calado. Desde un punto de vista argumental, una elección vital; para el jugador (mi caso, al menos), una decisión como otra cualquiera. Como resultado, termino apreciando Lake por lo que intenta pero no tanto disfrutándolo por lo que finalmente es.

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Se nos ha planteado un mundo de libertad y oportunidades, hemos crecido en un entorno donde ya desde niños fantaseábamos con qué queríamos ser de mayores. Mientras tanto, por la tele, veíamos sueños cumplidos e historias de éxito. Y ya de adultos, claro, el castillo de naipes se vino abajo. Pertenecemos a las primeras generaciones de la desilusión, de crecer para que la realidad nos dé un tortazo y luego a ver cómo lo encajamos. De ahí todos estos títulos introspectivos de tiempos muertos y baches vitales. "Qué quiero hacer con mi vida", "qué futuro me espera", "cómo puedo ser feliz". Y, tal y como están las cosas, me parece a mí que seguirán apareciendo.



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