domingo, 19 de abril de 2020

Cómo valorar un videojuego

Pongamos que habéis jugado todos los FIFA y os preguntan cuál de ellos es mejor. ¿Qué respondéis? Tal vez el más reciente, que es el más avanzado hasta la fecha, aunque sea por puro número de opciones o músculo tecnológico respecto a los anteriores. Quizá optéis por el más redondo, sea por refinamiento o menor número de pifias. Puede que el último que dio algún tipo de salto respecto a los anteriores, incluso si se han seguido puliendo sus aristas en entregas posteriores. O no, a lo mejor el original, por instaurar la fórmula y ser pionero.

La cuestión: no existe un criterio único para valorar videojuegos. Qué sorpresa, ¿verdad? Algunos ejemplos: influencia, originalidad, balance. ¿Más? Ok, añadamos factor tiempo: ¿es mejor el videojuego que impacta fuertemente, aunque envejezca al ser superado, o el que no causa gran impresión pero es igual o más apreciado veinte años después? ¿Es Call of Duty: Advanced Warfare superior o inferior a GoldenEye 007? Salto adelante versus perennidad, balance versus sublimidad. Cuanto más ahonda uno, más complicado se vuelve. ¿Nos quedamos con el juego que inventó pero no funcionó del todo o con el que copió para convertirse en un éxito e inspirar a más creadores? Maldita sea, así no es tan fácil establecer un criterio en base al cual valorar coherentemente todos los videojuegos que jugamos.

La cuestión 2: no solo no existe un criterio único, sino que, de los muchos posibles, no podemos elegir uno en el que basarnos e ignorar el resto. Bueno, sí podemos, pero las personas no funcionamos así. Las personas empleamos distintos criterios al mismo tiempo. Criterios sujetos a (o determinados por) los límites de nuestra experiencia. O sea, que los criterios (universales) determinan el criterio (personal). El criterio es un conjunto de criterios.

Vale, se vuelve un pelín farragoso el asunto, pero si somos ordenados seguro que podemos simplificarlo. Pongamos un ejemplo, venga. Desglosemos un criterio. A Avelino, que tiende a valorar mucho la originalidad y poco la influencia, le vamos a ordenar sus criterios así:

1. Originalidad.
2. Innovación.
3. Coherencia.
4. Belleza.
5. Influencia.

No sé por qué, pero me acabo de acordar de la puntuación final de algunas webs de videojuegos. Pero bueno, parece que a pesar de lo complejo del asunto de la valoración, identificando los distintos criterios empleados por Avelino, y la importancia que adquiere para él cada uno, somos capaces de sistematizar su criterio. No un criterio universal que determine los mejores videojuegos, porque a saber cómo demonios haríamos eso, pero al menos el sistema de reglas por el que se rige el suyo particular. En teoría, entonces, cualquiera podría llegar a las mismas conclusiones si emplease ese criterio, e incluso existiría la posibilidad del consenso siempre y cuando nos ciñésemos al sistema en cuestión. Lo malo es que Avelino me ha dicho que Shinobi, un clon de Rolling Thunder, le parece superior a Rolling Thunder, y que el tercer Tony Hawk, secuela de secuela que no añade gran cosa a la fórmula, es mejor que los dos anteriores. Ups, no encaja. Su criterio no se corresponde con estas dos afirmaciones. Deben ser contradicciones.

Pero no lo son, porque Avelino se ha regido por la verdad inexorable de su experiencia. Contradecirse sería experimentar una cosa y opinar otra. El pseudocriterio que hemos pseudodeducido es una simplificación imprecisa de la sofisticación del gusto estético. De un gusto estético. Un sistema fruto de querer poner orden en la complejidad de la experiencia, o del arte, o de ambas. Pero la realidad de la experiencia viene primero, el sistema después. No puede uno achacarle a Avelino hipocresía por no ajustar la realidad que él experimenta a una estimación de su complejidad hecha a posteriori. ¿Existe, pues, verdad en estas ideas? ¿En todo este rollo de belleza y sublimidad y balance y etcéteras? Sí, pero esta no es absoluta. Las ideas son aproximaciones, no máximas. Por tanto, Avelino no se contradice; nuestros sistemas son falibles. La cuestión (3) es que los factores que determinan el criterio no funcionan por separado, y la mezcla de ellos, por sólida que aspire a ser, no es inmutable. Dicho de otro modo: cada uno de los factores no pesa igual en cada una de las experiencias.

Entonces, ¿qué hacemos? ¿Cómo ponemos orden en el caos de nuestra percepción? Si le preguntásemos a Avelino, él diría que este es un dilema que lleva años rondando su cabeza, y que la conclusión a la que ha llegado (aunque de conclusión tiene poco, pues la duda persiste) está en un factor subjetivísimo determinante: el placer. El placer es el criterio estético definitivo, aquel bajo el que operan los demás. El placer, que existe condicionado por el resto de factores, se eleva por encima de todos ellos. Los domina, los subyuga. No importa lo innovador o influyente que sea un videojuego si no produce placer alguno en quien lo juega. Ni siquiera la belleza, criterio clásico por antonomasia en esto del arte, se libra de ser apenas una forma (o fuente) de placer. Pero hay otras, ninguna de las cuales escapa a sus leyes. Así, la valoración final, por racional o coherente con una línea de pensamiento que pretenda ser, siempre estará supeditada al disfrute personal. Y no debe ser de otro modo, pues la verdad, en estética, no se puede hallar sino en la experiencia vivida, que es la que sabemos auténtica, contrariamente a la idea de extraerse del yo (lo personal) para alcanzarla a través de una presunta mirada objetiva que jamás podrá ser, pues nosotros somos nosotros y nadie ni nada más. Una mirada pretendidamente global, o de otro/s, no es de nadie y como consecuencia resulta falsa.

Lo que esto implica, aunque haya a quien no le agrade, es que el criterio (y la crítica, aprovecho) es materia hipersubjetiva. No tiene más criterio ni se acerca más a verdad u objetividad alguna quien asegura admitir la calidad de algo que no le gusta. De hecho, es justo al revés. Las personas que demuestran criterio son las que abrazan por completo su subjetividad y logran descifrar sus claves, o algunas de ellas. Los sistemas deben partir de esas claves y ser una ayuda, no una máxima. Sucumbir a ellos a costa de nuestra individualidad, por contradictoria que en ocasiones aparente ser, implica alejarse de la verdad en primera instancia y fallarnos a nosotros mismos en última. O sea, que no deben operar como sistemas, sino como datos. Simplificando (todavía más) a lo bruto, digamos que el criterio surge de una mezcla de corazón y cabeza donde el corazón es el placer y la cabeza el resto de criterios sobre los que se sostiene. El criterio es el gusto informado. O eso cree Avelino, en cualquier caso.

Ni todo da igual y todas las opiniones tienen el mismo valor, ni existe una única verdad de la que ser o no partícipe. Las verdades son múltiples y subjetivas, y no por ello dejan de ser verdades ni dejan de existir falsedades o mentiras. ¿Cómo identificamos la verdad, entonces? Lamentablemente, no sé la respuesta a esta pregunta. Tal vez no la haya. Pero sé una cosa: cuando uno lee o escucha a alguien y se topa con ella, la subjetividad del otro resuena con la propia de tal forma que lo notamos inmediatamente. "Es eso, es exactamente eso". Es entonces cuando nos damos cuenta, cuando la vemos, incluso si nuestra subjetividad y la comunicada no coinciden. "Joder, es verdad".

6 comentarios:

  1. Joder, si es verdad. Cuántas veces me ha pasado eso contigo. Buenísimo, como siempre.

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  2. De verdad este ensayo me hizo reflexionar, yo quiero meterme en ese mundillo de los análisis a videojuegos y los ensayos, y hasta pienso estudiar artes audiovisuales (exceptuando el hecho de que me gusta el séptimo arte, y es para mi una forma de expresar mensajes reflexivos a las personas de una manera casi o sublimemente sutil).

    Presiento que el estudiar esa carrera, me iré a sentir como más completo, hasta sabio. En fin dejando en cuentos personales de pacotilla, el terminar de leer este ensayo me inspiro, y hizo que me sintiese más confiado de mi persona, a pesar de también me hizo entrar en razón de que debería mejorar mi criterio, que a opinión de algunos pocos personajes de mi vida, le parece bueno y hasta muy acertado en cierta cuestiones, pero que no lo es suficientemente bueno, para ser de esos criterios considerados "cambiantes de opiniones".

    Y el solo entrar a tu blog, y leer algunos cuantos análisis y ensayos tuyos, termine diciendo me que este puede ser el comienzo de una etapa de mi vida.

    Espero que leas estos, SALUDOS DESDE VENEZUELA!!!

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  3. Tu comentario es muy esclarecedor. Creo que los dilemas y la ansiedad que derivan del rechazo a conformarse con troquelar la experiencia subjetiva son resultado de la presunción de que la valoración personal implicaría, para muchos, el necesario abandono de la discusión por un ensimismamiento y la con consiguiente incomunicación de la experiencia propia como algo legítimo. De hecho, esa ansiedad me ha corroído con bastante intensidad, el tiempo y la experiencia la ha disminuido (es difícil deshabituarse a ciertas compulsiones, a pesar de que uno ya las ha identificado y ha tomado conciencia de ellas), pero no así, por fortuna, el autocuestinamiento y la reconsideración de lo que me gusta y lo que me gustaba a medida que aprendo más o voy cambiando.
    Antes era muy fuerte era precisamente esa angustia de alcanzar una objetividad impersonal en la cual el criterio y el gusto pudieran disociarse para que, de esa forma, se pudiera establecer un marco en cual a partir del intercambio de juicios se pudiera alcanzar aunque sea un consenso. Pero como indicas, eso no es acercarse más a la verdad, ya que lo estético no es ciencia exacta, aunque no por eso asumir la experiencia subjetiva, en este ámbito, es necesariamente una cancelación del intercambio en la discusión; creo que tu análisis me ayuda a confirmar y aclarar esto, que por medio de la discusión podemos ayudar definir con más precisión nuestras propias experiencias o redefinirlas por completo sin el retraimiento que nos pudiera aislar sea inevitable, que es en las discusiones formales e informales, al exponernos a otros, en donde podemos ser capaces de pulir más la expresión de nuestros pareceres, entender qué los produce, el sentido de sus trayectorias, etc. Confrontarles o contrastarles con los ajenos al tratar de discernir también las coherencias internas de nuestros interlocutores, siempre y cuando, claro, haya disposición para ello, y sobre todo, honestidad y capacidad de tolerar las diferencias (al entenderlas), creo que eso es lo más complicado para poder conseguir aprender mutuamente de todo ello, por lo menos yo he aprendido mucho viendo tus videos y leyéndote.

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    1. En si tienes mucha razon. La magia está en las diferencias de nuestras experiencias, que el contrario puede decir que tal pared puede ser azul, pero que desde tu percepción es roja tal pared, mientras que otro llega y exclama que es amarilla. Esa desigualdad entre las experiencias entre uno y otros hace que en sí una cosa pueda ser percibida de distintas forma.


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  4. La objetividad y la subjetividad es algo que me a quemado la cabeza desde hace años cuando conocí muchos canales de que dicen ser críticos de diversos medios, y siempre que veo, pienso que dicen "si tú no estás deacuerdo, o no compartes mi gusto, eres basura y un mal para la sociedad porque x o y" con canales elitistas que quieren que veas todo como ellos (y no se si decir que el canal del usuario de este blog lo sea, a riesgo de sonar mal entendido, en varias partes siento que me da esa sensación) y que cualquier gustó tuyo, sea porque usas un medio como tú quieras o consumas las obras que según tú te vayas a gustar, si no es como la de ellos pierdes el tiempo y no mereces respeto y eso se ve en una gran cantidad de términos en internet "normi, casual, hispter, etc etc" cuando uno solo quiere pasarla bien, con los juegos o series que le llamen la atención o que le terminan culpando porque no nació en la época adecuada o con los productos adecuados criticandose del porque "no probaste esto"(como me pasa con varios juegos sean de franquicias famosas o indies que muchos admiran) y en lo personal me a indusido una depresión pensar en eso día tras días, que nisiquiera aveces me dan ganas de hacer cosas sintiéndome muy mal por pensar "y si no debería jugar o ver esto, que pensarían de mi si me gusta, ¿Debería jugar lo que juegan todos o juegos que no juegan casi nadie?, ¿Pensaran que sin raro o que soy de la masa por gustar de x obras?. Es extremadamente estresante y quisiera que alguien me ayudara. Ya ni se si objetivo o subjetivo tiene sentido o no, siento como si simplemente nunca lo entenderé y estaré condenado a simplemente ser juzgado por otros por Simplemente querer usar mis hobbies como siempre los use desde que tengo memoria. En fin, saludos

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