Como dentro del maltrecho panorama de la crítica videojueguil los números parecen contar tanto (siempre bien grandes y a menudo con fondo de color, no vaya a ser), algunos se apresuran a señalarlos como uno de los grandes males del sector. Es una actitud comprensible, pero la premisa de la que parte (puntuar es un problema en sí mismo) me parece discutible, y la conclusión a la que llega (eliminar las notas lo soluciona) equivocada. Eurogamer ya no pone nota y en la página seguimos leyendo las mismas banalidades de siempre; Tom Chick puntúa de una a cinco estrellas y cada una de sus reseñas es incisiva y relevante. Poner nota no supone un problema, que estas estén tan infladas y apenas exista discrepancia sí, pero ello no es más que un reflejo de tres grandes pecados: la glorificación del apartado técnico, la falta de rigor analítico y la excesiva condescendencia. Estos son los principales males de los que adolece la crítica de videojuegos y lo que conforma el verdadero problema. Suprimid las puntuaciones y seguirán ahí.
Un argumento esgrimido para defender la supresión de las notas es que, de hacerlo, el usuario se vería tentado a leer. Esto es irrelevante y nada tiene que ver con el ejercicio crítico: el rechazo a la lectura no es asunto del que escribe, sino del que lee. Además, la suposición de la que parte me parece utópica: quien no quiera leer no leerá, con o sin la dichosa cifra. Otro argumento sostiene que las notas se han convertido en una herramienta publicitaria y que las grandes compañías tienen cierto poder sobre ellas, algo que devalúa y desprestigia la crítica. Este es más convincente, pero nos devuelve al punto del párrafo anterior: eliminar las notas no corrige el problema de fondo, el verdaderamente grave. Todavía existe miedo a decir alto y claro "esto no me ha gustado", todavía se asume que el diseño es de calidad si introduce mecánicas sin palabras, y todavía parecen contar más la tasa de imágenes por segundo y el despliegue gráfico que la forma de expresión. Dejar o quitar las notas es secundario, reformular el contenido (la mirada) fundamental.